Cine Fedora

Butaca roja

2:11 p. m.

El cine de Carlos Sorin (I parte)

Publicado por Carolina |


A Carlos Sorin le gustan las películas con historias sencillas y anchos parajes. Historias de carreteras rodeadas de horizontes, protagonizadas por personajes algo ingenuos y un poco irresponsables. Gente del interior de un país que siempre ha apostado por el cosmopolitismo. Sí, a Carlos Sorin le gustan las historias desde adentro. Sus películas no son urbanas, sus películas son rurales. No es Buenos Aires, la gran capital sureña. En Sorin es Fitz Roy, San Julián, Misiones, Bahía Blanca; poblaciones interiores dentro del interior. Lugares para el turismo, en el mejor de los casos, y lugares para la lluvia y el olvido, como el selvático poblado de San Luis en Misiones, tan lejos de la majestuosidad de Buenos Aires. El acento de sus personajes es extraño, diferente al familiar acento porteño que nos tienen acostumbrados las producciones argentinas. Sin embargo, y a pesar de tratar sobre personajes de lugares recónditos, ciertamente olvidados por el progreso citadino (por ejemplo en algunos lugares de Fitz Roy no hay electricidad) en las películas de Sorin no hay lamentaciones, ni postulados panfletarios. Tal vez su mayor pecado radique en esa especie de ingenuidad que atraviesa casi todos sus personajes principales.

En una entrevista el director bonarense plantea que interesan las historias “simples”, a escala humana, ínfimas, anónimas. Así, en ese juego de cosa pequeña instala a sus personajes en grandes extensiones de paisajes, contrastando lo mínimo con la amplitud. Los personajes protagonistas de estas historias son seres sin muchos nortes, apenas el de la sobrevivencia cotidiana, buena parte de ellos son cesantes de oficio fijo, afectados por el difícil momento económico que le tocó vivir a Argentina a principio del siglo XXI, la crisis económica conocida como “el corralito argentino”.

El neorrealismo italiano ha influido en esa inquietud e inclinación del realizador argentino por la periferia y los seres del margen. La empatía con este tipo de cine se hace manifiesta en sus producciones y en más de una ocasión Sorin ha confesado la influencia que tiene del neorrealismo y su admiración por Vittorio De Sica:

Mi referencia permanente es el neorrealismo italiano. Mi relación emotiva con los personajes está muy influida por películas como Umberto D, Ladrón de bicicletas o Milagro en Milán, que todavía me conmueven: sobrevivieron al tiempo. (http://luchadores.wordpress.com/2006/09/13/entrevista-con-carlos-sorin/)

Si bien hay algo de drama social en sus trabajos no son películas amargas, al contrario hay algo de comedias en ellas. Roberto de Historias mínimas, Walter de El perro y el camionero brasileño de El camino de San Diego son personajes frescos, con toques sutiles de comicidad que le dan a la película hilaridad. Las de Sorin tratan sobre personajes desamparados (viejos y solitarios, desocupados, habitantes de regiones remotas con escasas posibilidades de superación), sin embargo, no se afinca el director en estos menesteres, prefiere tratarlos como parte de la cotidianidad de sus personajes y no como el dilema de sus vidas, pues si bien cargan a cuestas sus dramas, no es lo que le interesa explotar. El realizador considera que sus trabajos están inscritos de lo que llama cine gestual “donde el espectador debe deducir lo qué le pasa a los personajes sin recibir esa información de manera explícita”, y con este tipo de cine quiere mostrar a través de anécdotas algunas líneas que van más allá y explican la condición humana. Carlos Sorin prefiere hacer películas cuyos protagonistas sean seres de la periferia, los excluidos de una sociedad que no abastece a todos sus integrantes. Al asumir esta posición se adscribe dentro de la tradición literaria de su compatriota Roberto Arlt, el escritor de los márgenes de Buenos Aires, el escritor de los fracasados:

No me interesa otro cine más que el que cuente historias de perdedores. No podría hacer una película sobre un empresario que le va bien, con una familia encantadora, una empresa próspera y que juega al tenis los fines de semana. Y dentro de los perdedores, el desocupado es el mayor de todos. Porque aparte del tema de la comprensible urgencia económica y de supervivencia, hay un conflicto mucho más de fondo. Es como sentirse descartado del mundo, la esencia misma del perdedor. (http://www.pcanete.com.ar/metropolis/leer.asp?idx=337)





De Vittorio de Sica le quedó el gusto por rodar en exteriores y la inclinación por dirigir no actores. Según Sorin, el hecho de trabajar con no actores le da ciertas libertades que no tiene con los actores profesionales, como la custodia de los representantes y la tiranía del cumplimiento de la agenda. Sin embargo, admite que ese tipo de dirección con inexpertos requiere más tiempo, paciencia y precisión. Un no actor no reincide en gestos y hay acciones que serían irrepetibles, por tanto hay que estar muy atento y dispuesto. Al respecto comenta:

Si de jacha hay más ventajas que desventajas digamos, si lográs alguna cosa que te proponés se justifica, pero es un trabajo difícil y muy limitante, porque con no actores puedes acceder solamente a una gama de personajes muy simples, no puedes hacer con una problemática muy compleja, porque no tienes con qué. Mi forma de trabajar sirve tanto los personajes sean muy simples, muy transparentes, si hay personajes simples como vistes en las primeras que yo hice, esos personajes sí puedes elaborarlos con no actores, bajo la condición de quien hace el personaje sea muy parecido al personaje, casi lo mismo, porque la persona que se pone delante la cámara no construye un personaje, no hace de. Construye un personaje de sí mismo, y voy adecuando las notas del guión en función de lo que va pasando en el rodaje, con esa salvedad puedes intentar hacer unas películas con no actores.

Además de este tipo de dirección, apuesta Sorin por un cine de bajo presupuesto, un cine más “cómodo, accesible y manejable”. Le gusta trabajar con un pequeño y compenetrado equipo. En cuanto a las técnicas y la maquinaría, prefiere replegarse con poco equipo y los técnicos necesarios:

Yo trabajo siempre con dos cámaras en steadycam, o sea que son dos cámaras poco planificadas, cámaras que responden rápidamente, trabajo mucho con el camarógrafo y el foquista, que es otro elemento fundamental, aunque si el foco llega un poco más tarde no importa. Es más, me gusta, porque la consigna es que la cámara nunca puede anticiparse al personaje, si se mueve el personaje entonces la cámara responde un poquito después, como en los documentales. Entonces produzco más o menos según la complejidad de la escena. En general trato de no hacer puestas muy complejas, y tener muchas opciones de compaginación, o sea de trabajar mucho plano y contraplano que me permitan después poder tener opciones de edición; y después lo que hago repito hasta el cansancio, y hay un momentito que sale algo que es interesante.

En el cine de Carlos Sorin está presente el viaje, la religiosidad y festividades populares, la cursilería de los programas televisivos, su impacto entre los habitantes de regiones remotas. Sus películas están protagonizadas por personajes de rutas anónimas para el resto del mundo. El viaje en Sorin es una peregrinación íntima. Así tenemos a Justo (Justo Benedictti) que después de varios años de un lamentable accidente viaja en búsqueda del perdón de su perro Malacara en Historias mínimas. En El perro (2004) Juan Villegas, un hombre solo y desempleado encuentra a Bombón, un perro dogo que el azar le puso en su camino, quien en adelante será un compañero y aliado entre su soledad de carretera. Tati Benítez (Ignacio Benítez) emprende un largo viaje desde Misiones, en el norte argentino, hasta llegar a Buenos Aires para llevar al museo del Boca Juniors una escultura que según él es una réplica natural de su ídolo Diego Armando Maradona. Tati Benítez es el protagonista de El camino de San Diego, la película que le ha sumado a Carlos Sorin el visto bueno de varios premios internacionales.

La ficción en Sorin es recreada a partir de la realidad de sus “personajes reales”. Así vemos como en El camino de San Diego, Ignacio Benítez, un habitante de una población rural y maderera, interpreta a Tati Benítez, un habitante de una población rural y maderera del norte argentino, fanático de Maradona. En El perro, Juan Villegas es Juan Villegas, un “todero” que intenta ganarse la vida vendiendo cuchillos artesanales luego de ser despedido de su trabajo en una estación de gasolina. Antonio Benedictti es Justo Benedictti, tal vez el único personaje protagónico que cambia su primer nombre real. Justo al igual que Antonio, vive en la Patagonia y es el dueño de una especie de negocio de víveres y enseres. Estos tres personajes se deslizan por los tránsitos soreanos para mostrarnos historias en minúsculas desde un país basto y ancho.

2 comentarios:

Avilio's Island dijo...

Hola Carolina, parece que andamos tras las mismas películas. Recientemente vimos Historias mínimas, y nos encantó. Tenemos pendientes, para pronto, La película del rey y La ventana. ¿Las has visto?

Saludos,

Avilio

Carolina dijo...

Hola, Avilio, pues sí, me gustan las películas de Sorin aún cuando hay cosas con las cuales difiero como esa falta de malicia en sus personajes. Demasiada ingenuidad me abruma, pero en general me parecen filmes bien hechos. "La ventana", creo es hasta ahora su última película, no la he visto. Tampoco he visto "La película del rey", pero en algún momento las encontraré y ya hablaremos. Me alegra que estemos en sintonía. ¿Viste "El perro"?

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