Cine Fedora

Butaca roja

9:32 a. m.

Cine, aspirinas y buitres

Publicado por Carolina |


En el año 1942, cuando Alemania y el resto de Europa están en pie de guerra, Johann Rohenfelisdt (Peter Ketnath), un alemán, recorre el nordeste de Brasil en su vieja camioneta vendiendo entre pueblos y caseríos rurales aspirinas de Bayer, la famosa marca médica del país teutón. Johann se vale de un proyector para ofrecer a los habitantes de estos poblados el milagroso medicamento. En su ruta polvorienta se encuentra a Ranulpho (João Miguel), un nordestino que quiere huir de la miseria de su pueblo. Acompañados por el sol y la desolación del camino, ambos hombres emprenden juntos un viaje por el interior de un Brasil desprovisto de progreso. Cada cual viaja en su propia búsqueda y en su particular huida. Ranulpho sueña con el sur de su país, con las grandes ciudades, los asentamientos del progreso. Al contrario, Johann, hombre proveniente del "primer" mundo, ha preferido, luego de mucho peregrinar, quedarse en ese lugar de pobreza donde, al menos, “no caen bombas del cielo”.  Durante su viaje, la radio los mantendrá atados al mundo exterior con las noticias de la guerra librada en Europa. Para bien de Johann, quien huyó de su patria antes del inicio del conflicto armado, y quien está ahora muy dentro de un país donde, en palabras de su amigo nordestino, “ni guerra llega”.

Ambos hombres tienen modos distintos de ver la vida, sin embargo logran crear lazos comunicantes en la travesía azarosa que los une. Ranulpho es alguien a quien la pobreza ha endurecido y ha hecho renegar de los suyos. Él quiere alejarse de su origen, de la condena y negación de la miseria. El nordestino se empeña en escapar de ese lugar de proveniencia irónicamente llamado Bonança que, en palabras suyas, es un lugar de “unas cinco casas, una cruz en medio sin un alma. Un sol de rajar la tierra”.

Ranulpho es optimista ante la conquista del futuro, optimismo ante el que Johann prefiere escuchar y callar, mientras los fantasmas de la guerra lo persiguen en esos abrasados caminos:

 

(…) en el viaje por el desierto cada personaje está en busca de su propia ilusión, una quimera que para Ranulpho es la de una modernidad capitalista que se enfrenta crudamente con su propia realidad: el subdesarrollo y la pobreza del interior de Brasil. Tal vez la admiración de este personaje por los beneficios de una modernidad que desconoce pero que idealiza no sea muy distinta del proyecto industrializador que el dictador Getúlio Vargas desplegó con la creación del Estado Novo en la década de 1940. En este contexto, las historias de Ranulpho y Johann no son ajenas a las transformaciones sociales y políticas que afectaron a los habitantes del noreste brasileño cuando el gobierno de Vargas decidió enviar a miles de personas que habitaban en la región seca a trabajar al Amazonas, con el fin de aumentar la producción de caucho, producto que era altamente demandado por los Estados Unidos para la guerra. Precisamente, Johann -al enterarse que el gobierno brasileño había declarado la guerra al nazismo y decretado la detención de los alemanes que habían ingresado recientemente al país bajo sospecha de espionaje-, decide embarcarse al Amazonas para escapar de un posible arresto e intentar por fin rearmar su vida. (http://nuevomundo.revues.org/index31772.html?lang=fr)

 

Dos hombres de culturas distintas y distantes se encuentran azarosamente en medio de un camino desértico y emprenden juntos, y cada uno a su manera, una huida. Johann deja atrás Alemania y las pretensiones del nacionalsocialismo, Europa en los inicios de su destrucción bélica. Y se acerca a Brasil, pero no al Brasil pujante de la ciudad: Johann apuesta por un Brasil de confines de mundo.

La guerra de Ranulpho es personal, es el desaliento de la pobreza el que lo empuja a buscar otros nortes dentro de su país, la fórmula mágica del progreso citadino, el llamado de las sirenas de la gran ciudad; así lo siente cuando, manejando el proyector de cine, ve reflejada la película sobre la palma de su mano: en ella se ven imágenes de una metrópoli en agitados movimientos. Ranulpho sonríe ante el hallazgo, tiene la ciudad en sus manos, una señal más para seguir adelante. Una ciudad verdadera y no la ironía de esa Bonança de “fin del mundo”, parajes que tanto desprecia el personaje nordestino. Esa es su apuesta, atrás deja el atrás, no importa si afuera hay guerra, él ya lo determinó: “un día miré a otro lado, miré al otro lado y dije: Es hoy. Me dejé ir”. En su viaje junto al alemán tienen por destino común el pueblo con el sugerente nombre de Triunfo.

Cinema, aspirinas e urubus, la ópera prima de Marcelo Gomes, muestra una historia anónima, mínima, personal. Una historia aislada de una guerra que, siendo tan lejana, de pronto se hace presente pisándole los talones al viajero alemán que optó por la geografía desértica de un país latinoamericano, en vez de quedarse en su continente peleando una guerra de la que se siente ajeno. También es la historia de Ranulpho, uno de los tantos nordestinos que emprenden rutas buscando progreso, pero el progreso se hace esquivo, indiferente. El progreso se hace lejano, como un espejismo burlón, hiriente.

El viaje del desertor no sabemos cuándo comenzó, sólo nos enteramos que después de mucho viajar “encontró Brasil”. Brasil en el desierto, con buitres que siguen a los viajeros, esperando que se cansen, esperando que sus cuerpos queden expuestos e indefensos.

La película empieza con el rostro del hombre extranjero, visto de perfil en el espejo retrovisor de la camioneta donde viaja, vive y trabaja. La ruta que sigue parece repeticiones de un mismo escenario: carreteras de tierra, suelo castigados por la sequía,  cielo siempre abierto con un sol abrasador. Los lugares que visita son acaso remedos de pueblo con sus casas pobres y abiertas, habitados por gente desocupada. Es un adentro de Brasil donde pocas cosas se saben del afuera, las cosas buenas y las cosas malas. Los espectadores del proyector de Johann sonríen viendo el Brasil que desconocen, el que se vende en el exterior como el paraíso latinoamericano: el de los carnavales, de las metrópolis, de la fiesta y la alegría. El comercial de la aspirina culmina con su sentencia: O fim de todos os males. Sin embargo, las aspirinas que vende y promociona Johann no pueden aliviarle la preocupación que lleva encima, en medio de su incertidumbre ante la llegada de los fantasmas que le anuncian que la guerra sí puede llegar hasta los confines del mundo. Entonces el extranjero se embarca en un tren de desplazados hacia el Amazonas, a hacerse “soldado de caucho” y a seguir huyendo como un clandestino en una carretera que parece un mar muerto de tierra y sequía.



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